
Y, cuando ella apareció al tablado de sus andanzas, era una época de transición, la viuda alegre, cuya compañía hasta en cierto modo era su farol que se adelantaba a ella alumbrando el camino fogoso por el cual transitaba, hasta entrar en su aposento que decían se hallaba ubicado en el barrio de “El Vado”, tan proclive a las apariciones y fantasmas tétricos, y donde había además cerca de la cruz “la casa de los ruidos”, que con oportunas averiguaciones se llego a la conclusión, de que aquellos ruidos eran producidos, porque desde afuera, un conocido y respetado doctor, lanzaba unas cuantas piedrecillas a la ventana que daba al aposento de su “querida”
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